
Nací en Cádiz, aunque no me acuerdo de gran cosa porque debía ser muy pequeño (homenaje al gran Gila).
He vivido casi toda mi vida en Madrid, debido a lo cual mis amigos de otras latitudes mantienen que exhibo un acento típico de la Villa y Corte, aunque yo no me lo note en absoluto (mienten como bellacos).
Cada vez que digo que soy un escritor novel me tengo que aguantar la risa porque ya he cumplido las sesenta primaveras.
No sé muy bien por qué me ha dado por ponerme a escribir a tan avanzada edad, más allá de que es algo que siempre quise hacer y para lo que nunca encontré el momento, quizás por mi tendencia a la vagancia (uy, no, mejor pongo procrastinación, que está de moda y además no se entiende).
La música me apasiona y de poder reescribir mi vida me hubiera dedicado a ella por entero (y con toda probabilidad me hubiera muerto de hambre). Pero las cosas salieron de otra manera y no me quejo (no me ha faltado de comer).

Mi profesión es informático, que como decían en una de las primeras películas de Almodóvar “es una ocupación con mucho futuro”. Desde luego, la responsabilidad es menor que la de un médico o un arquitecto: si te equivocas solo incordias a unos bits o a unos bytes, que son mucho más sufridos que las personas (humanas o no).
Aparte de la literatura y la música, me gustan las películas (sobre todo las clásicas), los viajes, el esquí, las cervezas frías, las exposiciones de fotografía, dar clases, dormir hasta tarde, acostarme también tarde, el gazpacho, pasear al borde del mar, entender el porqué científico o técnico de algo y muchas más cosas.